Pablo
Fernández nació el 9 de octubre de 1831 en una aldea del sur de la provincia de
Santander en España. Desde su niñez demostró estar dotado de una gran
inteligencia, tremenda vivacidad y fuerte espíritu para emprender grandes
aventuras. Esto quedó demostrado claramente en las evidencias de sus hechos
cuando contando apenas 19 años de edad, se largó en busca de fortuna hacia el
nuevo mundo americano. Desembarcó en 1850 en el puerto de Montevideo y luego de
vivir días de tremendas vicisitudes económicas logró entrar de mandadero en el
comercio de Lázaro Tomás de Aguirre cercano a la zona de la Aguada. Este
comercio proveía de mercaderías a la azotea de Joaquín Suárez del Rondelo en
Arroyo Seco, manera en que se vincularon simpatizando
el ilustre patriarca oriental del joven muchacho cargado de proyectos, sueños y
ambiciones. En el año 1863 invierte sus ahorros y pasa a trabajar de socio en
el comercio de Melitón Núñez en la ciudad de Minas, dos años más tarde en 1865
disuelve la sociedad e instala comercio en Achiras y luego en 1870 en
Gutiérrez. Contrajo matrimonio con doña Dolores Acuña de cuya unión nacieron
siete hijos. Fausto, Rosalío, Herminia, Manuel, Pablo, José y Miguel.
El 9 de noviembre
de 1877 adquiere la fracción de campo de Olimar Chico donde pasó a residir el 6
de enero de 1878 en la vieja casa de azotea levantada por Enrique Alvarado en
la época de la Revolución por las Lanzas, única casa en el descampado, amén de
la mota de algún rancho. «Esta casa de azotea, conocida por el altillo, que fue
construida en 1856 se conserva aún como reliquia histórica en las calles Pablo
Fernández y del Sol».
(Extraído del
libro “Historia de Zapicán” de Joaquín de los Santos, publicado en el año
1981).
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